BLOG

Cuenta la leyenda que Huixtocíhuatl, originaria de Huixtotlan, hija de Tlaloc y hermana mayor de los Tlatoques, dioses de la lluvia, casada con Tezcatlipoca, el Espejo Humeante, Señor del Cielo y de la Tierra, era venerada por los grandes señores y reyes como una Diosa menor del agua, que ayudaba a la gente común para que pudiesen vivir y multiplicar; y que, por causa de una pelea con sus hermanos, la persiguieron y desterraron para que viviera en las costas donde había aguas salinas.

En ese lugar, Huixtocíhuatl, trabajó mucho y desarrolló el proceso para sacar la sal; sí, el condimento que estás pensando y que ahora mismo usamos para preparar nuestros alimentos; amontonaba tierra salada, la remojaba con agua dulce para después destilarla en tinajas. La tierra utilizada para hacer sal, le llamaba iztlata-lii, la sal que obtenía era conocida como iztatl; elaboraba sal gruesa y fina.

Huixtocíhuatl, enseñó a los mexicas cómo embalarla, para ello utilizaba costales que llenaba con cuatrocientos cántaros de sal cada uno, le daba una forma final redonda o alargada con la apariencia de blancos panes, pues era muy cuidadosa y quería dejarlos limpios de arena o cualquier impureza. Estaba tan empeñada en sus tareas, que igualmente les mostró como curar abscesos, con orines, hierbas y sal; como usarla como elemento pulidor de metales y de dientes; y a emplearla como preservativo.

Asimismo, la leyenda narra que los olmecas uixtontin, que provienen de algún lugar de la Costa del Golfo, conocieron el oficio de hacer sal y por este invento, honraron e idolatraron a Huixtocíhuatl, Diosa de la Sal.

Festejo 

Se celebraba en el séptimo mes del calendario mexica llamado Tecuilhuitontli, Pequeña Fiesta de los Señores, con una duración de diez días, del 2 al 21 de junio.

Todas las mujeres ancianas y jóvenes, pasaban la noche cantando y bailando alrededor de los que serían sacrificados, principalmente la doncella elegida sería la imagen de la Diosa Huixtocíhuatl, se tomaban de las manos con un xochimecatl (cordel), los señores que participaban en el baile, empuñaban sendas flores de cempoalxuchitl. A primera hora, llevaban a los cautivos al templo de Tlaloc y los sacrificaban, posteriormente llevaban a la mujer que representaba a la diosa, cinco jóvenes le sostenían los pies, las manos y la cabeza sobre la piedra de sacrificios. Un sacerdote le abría el pecho y le sacaba el corazón, el cual depositaba en un chalchiuhxicalli, jícara, y lo ofrecía a Tonatiuh, el Dios Sol, al mismo tiempo, se escuchaba la música de caracoles y tambores. Al término de la fiesta, se ofrecía un gran festín, con pulque y otras bebidas.

Se dice que La Diosa de la Sal, habitaba en el Cuarto Cielo, de los trece existentes surgidos de la cabeza de Cipactli, el cocodrilo que mató Quetzalcóatl para crear la Tierra, llamado Ilhuícatl Huitztlan, el Cielo de la Estrella Grande, donde se desplazaban la estrella Venus, Citlalpol; la Luna, las Estrellas, el Sol y los Cometas y donde moraba Quetzalcóatl, el templo de Tlahuitzcalpantecuhtli, el Señor del Lucero de la Mañana. 

Vestimenta de la Diosa Huixtocíhuatl

El bello ajuar, constaba de una mitra de papel con plumas de quetzal, un huipil decorado con olas de agua con chalchihuites bordados -piedra semi preciosa verde- y un enredo o falda. Su cara pintada de color amarillo, con orejeras de oro puro y sandalias con pequeñas campanas de plata. Con sus manos sostenía un escudo decorado con una flor acuática, elaborada con hojas de la hierba llamada atlacuezona, del cual colgaban plumas de papagayo rematadas en flecos recamados con flores hechas de plumas de águila. En el tobillo lucía cascabeles de oro y caracolitos blancos de reluciente plata.