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México ha sido semillero de excelentes artistas plásticos, sin duda, uno de ellos fue José Guadalupe Posada, reconocido hasta después de su muerte, como el más destacado cronista gráfico de su tiempo.

Fue ilustrador, grabador y caricaturista de humor increíble, con sus formas vigorosas y diversas, formó un lenguaje propio, sus grabados mostraban estampas pintorescas, de escenas de muerte, de crítica política y social, de la vida cotidiana, de los desastres naturales, de las creencias religiosas, sobre todo, con su parodia de calaveras, bailando en fiestas, vestidas con gran ostentación o montando bicicletas o caballos, representando a obreros, cocineros, políticos, borrachos, charros y cúmulo personajes más, exponía la desigualdad e injusticia social que prevalecía en nuestra sociedad de finales del siglo XIX e inicios del siglo XX.

La Catrina, su obra más popular

Posada logró fama internacional después de su muerte, con  “La Catrina”, rebautizada por el célebre pintor mexicano Diego Rivera, cuya imagen aparece en su pintura mural “Sueño de una tarde dominical en la alameda Central, originalmente su nombre era “La Calavera Garbancera”, vestida con un sombrero adornado de plumas a la usanza europea, representaba una sátira a la mujer indígena que vendía el garbanzo cocido en las plazas, que aparentaba pertenecer a las clases altas del porfiriato, pero que se avergonzaba de su origen y cultura.

A pesar de que José Guadalupe Posada fue un gran artista, murió sin pena ni gloria el 20 de enero de 1913 en la Ciudad de México, fue sepultado en una fosa común del Panteón de Dolores.

En 1933, el pintor Jean Charlot redescubre a José Posada, veinte años después de su muerte, editó sus planchas y reveló la grandeza de su obra. Posada fue valorado como el precursor del movimiento nacionalista de las artes plástica y el muralismo, influyendo con su magníficas ilustraciones el trabajo de grandes pintores como Diego Rivera, José Clemente Orozco, David Alfaro Siqueiros, Leopoldo Méndez y Francisco Díaz de León o los escritos de André Bretón u Octavo Paz, en suma, fue fuente de inspiración de posteriores generaciones.

Asimismo, fue el paradigma de los artesanos mexicanos, quienes se apropiaron de La Catrina, consiguiendo elaborar magníficas representaciones en barro, yeso, papel maché o totomoxtle con indumentaria folclórica, su imagen aparece en cuadros, playeras, llaveros, formando parte de nuestra vida cotidiana.

¿Sabías que...?

El mexicano ve a la muerte como algo irrelevante, en contraste, es motivo de risa y festejo en las fiestas del Día de Muertos, apareciendo en las calaveras de azúcar y los banderines multicolores, tanto, que se convirtió en símbolo de identidad nacional.

“La muerte, es democrática, ya que a fin de cuentas, güera, morena, rica o pobre, toda la gente acaba siendo calavera”

José Guadalupe Posada, 1852-1913

Semblanza

Nacido en el barrio de San Marcos, en Aguascalientes, México, un 2 de febrero de 1852, en el seno de una familia tradicional, recibía el apoyo de su hermano José Cirilo, le enseñó a leer, a escribir y lo impulsó a dibujar, ya que desde pequeño José Guadalupe demostró tener esta virtud natural. Ingresó a la Academia Municipal de Dibujo de Aguascalientes.

En 1868 entró en el taller litográfico de Trinidad Pedroza, aprendiendo el grabado en madera y litografía, pero su inclinación era la caricatura, empezó a ilustrar, sus primeras parodias sobre crítica social fueron para El Jicote, periódico de oposición que criticaba al gobierno de Jesús Gómez Portugal.

En 1872, Pedroza y Posada se instalan en León, Guanajuato para dedicarse a la litografía comercial, sin embargo, su familia seguía intranquila por el camino que había tomado Posada, para tranquilizarlos, decide trabajar como maestro en litografía en la escuela preparatoria por un lapso de 5 años, a la par, continuaba con la impresión de imágenes religiosas y sus anuncios comerciales. Incansable y trabajador, Posada decide dar un gran paso, abre su propio taller. En 1875, se casa con María de Jesús Vela y al siguiente año, le compra la imprenta a Trinidad Pedroza y continúa participando con los periódicos El Pueblo Caótico, La Gacetilla y La Educación.

Se traslada a la Ciudad de México en 1888, por sus reconocidos grabados, lo recibieron con los brazos abiertos, empezó a trabajar en la imprenta de Ireneo Paz, abuelo del escritor mexicano Octavio Paz, después en la Revista de México, La Patria Ilustrada, El Ahuizote, Gil Blas, Nuevo Siglo. El Hijo del Ahuizote y otras más, alcanzando una mejor situación económica, lo cual aprovechó para incursionar en nuevas técnicas de grabado con planchas de plomo, zinc o acero.

En 1890, su trabajo gráfico se fue ampliando más y más, se dedicó a ilustrar publicaciones de índole popular y nacionalista. Con el impresor Antonio Venegas, fueron historietas, cancioneros, leyendas, cuentos y almanaques, también utilizó hojas sueltas con imágenes y comunicaciones breves Se estima que llegó a producir más de veinte mil grabados.